En Los Peques dentro de nuestro programa educativo, entendemos y de hecho ponemos en práctica, que hay un aspecto de nuestros pequeños que tenemos que potenciar y desarrollar: su estimulación neurosensorial o neuroestimulación. Lo conseguimos a través de métodos como el sistema integral de aprendizaje y productividad (SIAP), trabajando la psicomotricidad, jugando al ajedrez, o con la inclusión dentro de nuestro curriculum educativo del método tomatis (que merece un post exclusivo para hablaros de este tema).
Pero, aunque nosotros estamos seguros de que vamos “por el buen camino” cuando caen en nuestras manos artículos en prensa como este en el que defiende que “hay que cuidar no sólo el lado intelectual de los más pequeños, sino también el emocional.”, nos llena de alegría y refuerza nuestras convicciones.
En los Peques pensamos que la estimulación temprana es un requisito básico para el óptimo desarrollo del cerebro de los más pequeños, porque así logramos potenciar sus funciones cerebrales en todos los aspectos (cognitivo, lingüístico, motor y social). Hay una cuestión que surge al hilo de la anterior y que nos hace afirmar categoricamente que, aunque mucha gente piensa que las capacidades se adquieren con el “paso del tiempo”, podemos afirmar que esto no es así. Es más tiene más que ver con el tipo y la calidad de los estímulos que recibe nuestro pequeño, así que “!manos a la obra¡”.
Si recibe estímulos pobres, de una forma irregular o en cantidad insuficiente, el cerebro no desarrolla adecuadamente sus capacidades al ritmo y con la calidad que cabría esperar. Por otro lado, una estimulación temprana, abundante, periódica y de buena calidad nos garantiza un ritmo adecuado en el proceso de adquisición de distintas funciones cerebrales.
Lo que vamos a conseguir con lo anterior es que que se establezcan conexiones entre las neuronas con más facilidad, rapidez y eficacia. No hablamos sólo de reforzar, aspectos intelectuales o lingüísticos, sino que la estimulación temprana también debe abarcar áreas como la motora, sensorial o social de los pequeños. Por esto, subrayamos una de las opiniones que también podemos leer en el libro del Dr. Álvaro Bilbao, “El cerebro de los niños explicado a los padres”que en un tono informal, encierra una verdad muy profunda: “!Túmbese en la alfombra y juegue con sus hijos¡”
El máximo desarrollo neuronal está comprendido entre el nacimiento y el tercer año de vida, para luego ir poco a poco desapareciendo hasta llegar a los seis años, momento en el que las interconexiones neuronales del cerebro ya están establecidas y los mecanismos de aprendizaje se asemejan a los de un adulto.
Nuestro hijo nace con un gran potencial y, para que ese potencial se desarrolle al máximo de la forma más adecuada y satisfactoria, nosotros somos los encargados de aprovechar esa oportunidad en su proceso de maduración.
La estimulación temprana en los bebés es muy importante ya que aprovecha la capacidad y plasticidad del cerebro en su beneficio para el desarrollo óptimo de las distintas áreas y aunque lo anterior es muy importante no podemos olvidar que todos estos estímulos tienen que realizarse mediante actividades lúdicas para potenciar aquellas capacidades cerebrales que con el tiempo son más interesantes.
¡No podemos aburrir con el pretexto de enseñar o motivar!.